Reflexiones a los 25 años de Renacer

Reflexiones sobre el futuro de Renacer
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Renacer es un hecho culturalmente revolucionario
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Autor: Alicia Schneider Berti – Gustavo Berti

           En estos años transcurridos hemos aprendido que la felicidad no es una meta, sino que la misma nos es otorgada como resultado de una tarea cumplida.

           ¿Qué mejor tarea para hacernos felices, que aquella que llevamos a cabo en nombre de nuestros hijos, ayudando a otros padres que han perdido hijos?

           Si conseguimos que esto se transforme en una misión para nosotros, con todo el significado que esta palabra tiene, habremos encontrado otra verdadera y valiosa razón para seguir viviendo, amén de por los hijos y familiares que nos quedan, algo para qué vivir por nosotros mismos.

           Renacer propone un nuevo camino a recorrer por los seres sufrientes, como una verdadera alternativa al camino que se ofrecía hace veinticinco años, cuando perdimos a nuestro hijo Nicolás, por entonces, lo que había para un padre que perdiera un hijo era “atravesar el proceso de duelo” y si necesitaba acompañamiento en ese proceso debía recurrir a quienes tradicionalmente habían “tutelado” dicho proceso, es decir los especialistas en las ciencias de la psiquis y los representantes de las diversas religiones.

           Renacer va mucho más allá de un duelo por la muerte de un hijo, estamos hablando de una modificación de nuestra existencia, y estamos hablando de un antes, y de un después, cada uno de nosotros elige como va a ser ese después, que va a hacer con esto que le pasó, que va a hacer con su vida, como va a vivir su vida, y cuánto amor va a entregar en nombre de esos seres maravillosos que han partido, y nos han precedido en este viaje evolutivo, en el que todos nos hallamos embarcados.

           Renacer es un camino que partiendo de la desesperanza, de la soledad existencial y de un sufrimiento sin sentido aparente, nos conduce a una existencia valiosa, auténtica, que se afirma a sí misma en una lucha laboriosa y honesta, no para olvidarnos, no para no sufrir, sino para reafirmar nuestra firme decisión de volver a empezar una y cuantas veces sea necesario, pero haciéndolo con la frente alta, mereciendo, como decía Dostoievsky, ser dignos de nuestro sufrimiento pues igualmente digno y valioso es el origen de ese sufrir.

           La propuesta de Renacer es un imperativo ético que va mucho más allá de un mero confortar a los que sufren, en otras palabras, es un camino que lleva al hombre a su ser; es el camino que lo lleva a alcanzar su humanidad.

           Este camino es el camino que nuestros hijos, los que partieron y los que aún están en la vida y nosotros mismos merecemos, el camino que, al mismo tiempo, ha de proteger a Renacer de todos los peligros y dificultades que ha enfrentado y tendrá que enfrentar a lo largo de su historia.

           El verdadero RENACER se halla en el “encuentro” de los padres que enfrentamos la muerte prematura de nuestros hijos, encuentro que es directo y en el que no se interpone entre el YO y el TÚ ningún sistema de ideas.

           Encuentro visto como una relación con un semejante en la que se reconoce a éste como ser humano, en cuyo marco ambos integrantes del par YO-TÚ se reconocen en toda  su humanidad y también se reconocen en su singularidad y unicidad, el encuentro se convierte, así, en relación de amor.

           En su esencia, es un encuentro existencial de seres sufrientes que confluyen en un objetivo común: trascender el sufrimiento, que implica el olvido del propio dolor, al preocuparnos por el dolor de los demás; la única manera de no pensar en mi dolor, es pensar en el dolor del otro..

           Desde sus orígenes, Renacer se afanó siempre en mostrar que  la muerte de un hijo es un llamado a un acto de grandeza existencial; un llamado a una nueva existencia que va más allá de una mejor existencia, sino una existencia radicalmente nueva.

           Esta extraordinaria posibilidad permite transformar, no sólo una realidad personal, sino también la realidad universal al permitir transformar una desgracia personal en un triunfo de la humanidad entera.

           Se nos podrá objetar que es un camino difícil y que quizás no todos puedan seguirlo, se nos propondrán alternativas más fáciles y más tentadoras

           ¿Cómo conformarse con un mero transitar un duelo convencional? ¿Cómo conformarse con un mejor o peor análisis de la culpa, el odio y cuantos sentimientos y emociones negativas se pueda mencionar? 

           En todas nuestras charlas nos hemos referido a emociones y sentimientos negativos, lo hemos hecho  para tratar de mostrar la futilidad de demorarnos en su análisis en los grupos.

            Hemos puesto el énfasis en hablar sobre lo que está más allá de todo eso, sobre todo en cómo esta enorme crisis existencial nos convoca, nos llama a una respuesta que abre las puertas a un profundo camino de humanización.

           No negamos la existencia del dolor, sólo negamos que a partir de una mera elaboración de, ese dolor en un proceso absolutamente individual y despojado de toda trascendencia, puedan surgir individuos libres para elegir ser mejores, más compasivos y solidarios con el dolor ajeno, capaces de elegir la manera de sufrir, abiertos al mundo en que se insertan y a los otros con quienes comparten dicho mundo..

           Tengo que levantarme por encima de mi “dolor”, para ayudar al hermano que sufre, levantarme por encima de algo quiere decir dejarlo atrás, pasarlo por alto, no quiere decir que tenga que elaborar mi duelo para luego ayudar al hermano que sufre; tengo que dejar mi dolor atrás y en ese proceso trasciendo como ser humano.

           ¿Qué significa trascender? Trascender significa estar fuera de uno mismo.

           Víctor Frankl sostiene que el hombre es un ser trascendente, que siempre está orientado a otra persona, a una tarea o a una misión que llevar a cabo.

           ¿Qué pasa cuando salgo de mí mismo? ¿qué pasa con mi dolor? mi dolor queda afuera.

           El dolor queda afuera, cuando salto por encima del mismo para ayudar a una persona, a quien yo necesito, pues no es sólo que la persona me necesita a mí, soy yo que necesito a  esa otra persona.

           En la intimidad, sólo podemos escuchar a nuestra conciencia y la silenciosa voz de nuestros hijos que siempre han de indicarnos el camino más valioso, aquel que nos lleva a renunciar a nosotros para pensar en el hermano que sufre; la única manera de no pensar en mi dolor, es pensar en el dolor del otro, eso es Renacer, es tan simple como eso.

           Esta demanda que recae sobre nuestros hombros no queda sin respuesta, puesto que mientras más renunciamos a nosotros, mientras más nos olvidamos de nosotros y de nuestras emociones, más cerca estaremos de nuestra esencia, de aquello que somos: seres humanos.

            Habremos así recorrido el camino ético que RENACER propone, el camino que nos lleva a vivir como verdaderos seres humanos solidarios y abiertos al mundo, un mundo en el que la felicidad no es una meta, sino que nos es otorgada como resultado de una tarea cumplida.

 

                                                                     Alicia Schneider Berti- Gustavo Berti

                                                                             bertilogoterapia@gmail.com 

                                                                            Viernes 25 de octubre de 2013

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