De la fuente inagotable de Renacer
Debemos aclarar que no pretendemos un ser desprovisto de emociones y sentimientos, sino un ser humano que, partiendo de tanto sufrimiento, pueda darse cuenta que es libre, precisamente, para enfrentarse y oponerse a sus sentimientos y emociones, transformándose en un ser humano que pueda levantarse por sobre su dolor y ver, más allá de sí mismo, a otro ser humano que sufre y necesita de él.
Consideramos más importante la respuesta del individuo a los interrogantes que el destino le plantea, descubriendo y aceptando que lo que salva es el amor y la dedicación al otro, que trabajar elaborando emociones.
Ahora, al detenernos en la definición de la ayuda mutua como: “Un encuentro existencial de seres sufrientes que confluyen en un objetivo común: trascender el sufrimiento», vemos que comienza a plasmarse un concepto distinto.
Un encuentro, visto como una relación con un semejante en la que se reconoce a éste como ser humano, en cuyo marco, ambos integrantes del par «Yo-Tú» se reconocen en toda su humanidad y también se reconocen en su singularidad y unicidad, el encuentro se convierte, así, en relación de amor, como sostiene Víctor Frankl.
Cada uno inicia una relación mucho más madura, más auténtica, menos egocéntrica, una relación basada en el amor.
Savater define al amor como «querer ser la causa de la alegría del otro».
Este querer ser la razón del bienestar del otro, se refleja en la profunda satisfacción que experimentan los integrantes de un grupo de ayuda mutua, cuando una nueva persona que se ha acercado a un grupo, se retira del mismo con una sonrisa en los labios.
Es más fácil, ahora, entender por qué los seres sufrientes se quedan en los grupos; porque en ellos adquieren su verdadera dimensión como personas, sin máscara alguna y se dan cuenta, algunos por vez primera, que es posible el amor entre los seres humanos.
Si creemos que lo que salva es el amor, se hace evidente que ningún modelo psicológico puede reclamar paternidad sobre él.
El amor es un fenómeno humano que supera a cuanto modelo psicológico existe, más aún, es el fenómeno humano por excelencia, es el ámbito en el que existe el ser humano.
Ese amor que surge de la vida y nos elige a nosotros como portadores, con toda nuestra tristeza, pero también con toda nuestra alegría.
Amor que, con sólo no rechazarlo, con sólo dejar que nos una para salir hacia otros TU, nos permite liberarnos del dolor.
Frente a todo esto, ¿queremos, aún reducir a la ayuda mutua a un mero lugar de análisis de emociones y sentimientos, no importa qué modelo lo estudie?
Pero, ¿cómo hacer para que cada integrante pueda libremente, como ser único e irrepetible que es, hacer su propio “renacer” de forma tal que, verdaderamente, podamos decir que allí donde dos padres se junten a ayudarse, allí estará Renacer?
La única manera en que esto puede suceder, es si estamos convencidos que Renacer es, por encima de todas las cosas, el lugar donde vamos a dar algo de nosotros en homenaje a nuestros hijos.
A partir de ese convencimiento, depende de cada uno de nosotros decidir cuál es el homenaje que nuestros hijos merecen por parte de cada padre, de cada madre, de cada hermano, de cada abuelo, los que, entonces, pueden, hacer su único e irrepetible homenaje a ese ser tan querido, homenaje que ya no puede ser indicado o tan siquiera sugerido por coordinador o conductor de grupo alguno.
Pero esta absoluta libertad para decidir cómo honrar a sus hijos, trae aparejada una enorme responsabilidad dado que esa decisión ha sido absolutamente incondicionada, es decir, libre y personal, y por esa decisión cada uno será responsable, no importando ya ante quien decidimos asumir esa responsabilidad, ya sea ante nuestra conciencia, ante la sociedad, ante nuestros seres queridos que nos han precedido en el viaje evolutivo, o ante Dios.
Debemos aceptar, entonces, que lo que cuenta es lo que vamos a dar a la vida como homenaje a esos hijos.
Es más importante lo que damos a la vida, que lo que recibimos de ella, y nos damos cuenta, naturalmente, casi sin pensarlo, que cuando muere un hijo lo que importa es lo que hacemos de allí en adelante, lo que cuenta es cómo vivimos nuestra vida a partir de lo que nos pasó y no lo que hicimos o no, antes de esa partida.
Por otro lado, nos damos cuenta que somos capaces de elegir ese homenaje a pesar de nuestras emociones y sentimientos y, por extensión, podemos elegir una manera de vivir no condicionada por esos sentimientos.
Parece evidente que quien tiene que hacer su viaje por la vida con un platillo de la balanza sobrecargado por las realidades que el destino, ya sea biológico, psicológico o circunstancial le ha deparado, la mejor forma de ayudarlo no es aliviar el platillo de su destino, hecho por sí imposible de llevar a cabo, sino cargando el platillo de lo que él ofrece a la vida mediante la realización de posibilidades mejores, que cumpla la triple condición de ser bueno para la persona, ser bueno para los demás y ser bueno para la vida misma.
¿Y qué es aquello que nuestros hijos nos dejan como mensaje que es bueno para nosotros, bueno para los demás y bueno para la vida, y que además de cumplir con esa triple condicionalidad, es tan universal que imposibilita disenso alguno? EL AMOR.
Así, sin proponérnoslo, hemos llegado al único mensaje que nuestros hijos nos dejan: el amor.
Viernes 19 de agosto de 2022
Eiségesis de lo expresado por sus iniciadores Alicia y Gustavo Berti, recopilado por Enrique y Ana Doris, con el aura de Ulises y el recuerdo más dulce que pueda existir para nuestra querida dulce Ana junto a Enrique y a Enriquito.
Hoy, me toca a mí Ana Doris, en homenaje a mi querido papá, continuar su obra ya escrita de antemano pensando que este momento llegaría algún día y dejándome como trasmisora de su labor de mensajero de Renacer, ya que siempre afirmaba, fervientemente, que el mensaje de Renacer debe trascender a las personas.
De Renacer Congreso – Montevideo, Uruguay
Por la Esencia de Renacer